La crononutrición surge del doctor Alain Delabos, bajo la filosofía de alimentarse siguiendo nuestro reloj biológico y la idea de que no se asimilan de la misma manera los alimentos consumidos en una hora o en otra.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 1980 y 2014 la prevalencia mundial de obesidad casi se ha duplicado. En España, la incidencia de sobrepeso estimada en la población adulta (25–64 años) es del 39,3%; la de obesidad (IMC >30kg/m2), del 21,6% (el 22,8% entre los varones y el 20,5% entre las mujeres), y aumenta con la edad.

La obesidad es uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de otras enfermedades crónicas prevalentes de alto impacto sociosanitario como la hipertensión arterial, dislipemia o diabetes mellitus tipo 2.

Otras condiciones que están incrementadas por el exceso de grasa corporal son enfermedad isquémica coronaria, accidente vascular cerebral, síndrome de hipoventilación y apnea del sueño, esteatohepatitis, osteoartrosis e infertilidad. Además de un mayor riesgo de desarrollar diversos tipos de cáncer como el de mama, endometrio, colon, renal o hepático.

Teniendo en cuenta las enfermedades asociadas, el paciente obeso puede llegar a tener su esperanza de vida reducida hasta en diez años. Además, se calcula que los costes directos e indirectos asociados a la obesidad suponen un 7% del gasto sanitario total.

Crononutrición: ritmos biológicos, microbiota y nutrición

La doctora Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia e investigadora en Brigham and Women’s Hospital de la Universidad de Harvard, ha sido la encargada de explicar que nuestra biología responde de forma diferente a los alimentos que consumimos en horas distintas del día.

“Cenar tarde hace que puedas engordar más o que adelgaces menos consumiendo las mismas calorías que si las tomas a horas más tempranas”, asegura esta experta.

Estudios realizados por Garaulet y los equipos de las Universidades de Harvard y Tufts publicados en la International Journal of Obesity han comprobado que cuanto más temprano hagamos las comidas principales del día, más se reduce el riesgo de ganar peso.

En concreto, un trabajo con 420 personas (50% hombres y 50% mujeres) demostró que las personas que hacían esa comida principal después de las tres de la tarde perdían menos peso que las que comían antes de esa hora, comiendo lo mismo, haciendo el mismo ejercicio y durmiendo las mismas horas. En concreto, los que comieron sobre las 14:30 h perdieron aproximadamente 12 kilos y los que lo hicieron pasadas las 15 h perdieron sólo 8 kilos.

“En este trabajo concluimos que no solo es importante qué comemos, sino también cuándo lo hacemos. Además, descubrimos su explicación metabólica. Detectamos la presencia de un reloj periférico en nuestro tejido adiposo que, en función de los horarios, activa o desactiva genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso”, puntualiza Garaulet.

Recientemente, la doctora Garaulet y Frank Scheer, también de la Universidad de Harvard, publicaron un trabajo en tejido graso humano que demostraba que la hora en que mejor toleramos los azúcares es alrededor de las 12 del mediodía, mientras que, por la noche, esa tolerancia a los carbohidratos disminuye hasta cuatro veces.

“Vimos que el reloj periférico del tejido adiposo regula la sensibilidad a la insulina. Cuanta menos sensibilidad a la insulina, mayor riesgo de acumular las calorías de los carbohidratos consumidos en exceso en forma de grasa”, explica Garaulet.